5rehusándose a escuchar la voz de los encantadores y los hechiceros.
6Dios, rompe sus dientes, y quiebra los colmillos de estos leones, Señor.
7Que se desvanezcan como el agua que fluye lejos; que cuando disparan sus arcos pierdan su blanco.
8Que sean como la baba de los caracoles que se disuelve, como un niño que no nació y nunca vio la luz del día.
9Antes de que la olla de espinos ardientes se caliente, sea que estén frescos o secos, Dios los esparcirá.