3Lígalos á tus dedos; escríbelos en la tabla de tu corazón.
4Di á la sabiduría: Tú eres mi hermana; y á la inteligencia llama parienta:
5Para que te guarden de la mujer ajena, y de la extraña que ablanda sus palabras.
6Porque mirando yo por la ventana de mi casa, por mi celosía,
7Vi entre los simples, consideré entre los jóvenes, un mancebo falto de entendimiento,
8El cual pasaba por la calle, junto á la esquina de aquella, é iba camino de su casa,
9A la tarde del día, ya que oscurecía, en la oscuridad y tiniebla de la noche.
10Y he aquí, una mujer que le sale al encuentro con atavío de ramera, astuta de corazón,
11Alborotadora y rencillosa, sus pies no pueden estar en casa;
12Unas veces de fuera, ó bien por las plazas, acechando por todas las esquinas.
13Y traba de él, y bésalo; desvergonzó su rostro, y díjole:
14Sacrificios de paz había prometido, hoy he pagado mis votos;
15Por tanto he salido á encontrarte, buscando diligentemente tu rostro, y te he hallado.
16Con paramentos he ataviado mi cama, recamados con cordoncillo de Egipto.
17He sahumado mi cámara con mirra, áloes, y cinamomo.
18Ven, embriaguémonos de amores hasta la mañana; alegrémonos en amores.
19Porque el marido no está en casa, hase ido á un largo viaje: