7Navegamos lentamente durante varios días y finalmente llegamos a Gnido. Pero como los vientos no nos permitían seguir, navegamos al amparo de Creta, cerca de Salmona.
8Pasamos por toda la costa con dificultad hasta que llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos, cerca de la ciudad de Lasea.
9Habíamos perdido mucho tiempo, y el viaje se hacía peligroso porque ya había pasado la celebración del Ayuno. Pablo les advirtió:
10“Señores, puedo ver que este viaje traerá adversidades y pérdidas, no solo de la carga sino también de nuestras propias vidas.”
11Pero el centurión prestó más atención al consejo del capitán del barco y de su dueño que a lo que dijo Pablo.
12Y como el Puerto no era suficientemente grande para para el invierno, la mayoría estuvieron a favor de que nos fuéramos e hiciéramos lo posible por llegar a pasar el invierno en Fenice, un puerto que está en Creta, y que da de frente con el noreste y el sureste.
13Y cuando empezó a soplar un viento moderado, pensaron que podían hacer lo que habían planeado. Entonces elevaron el ancla y navegaron por la orilla a lo largo de la costa de Creta.
14Pero no pasó mucho tiempo cuando de la tierra comenzó a soplar un viento como de huracán, llamado “nordeste.”
15Entonces el barco quedó atrapado en el mar y no podía hacerle frente al viento. Así que tuvimos que desistir y dejarnos llevar por el viento.
16Finalmente pudimos entrar al abrigo de un islote llamado Cauda, y con dificultad pudimos sujetar a bordo el bote salvavidas del barco.
17Después de subirlo a bordo, amarraron cuerdas alrededor del casco del barco para reforzarlo. Luego, preocupados de que pudiera romperse en los bancos de arena de Sirte, bajaron el ancla flotante y dejaron el barco a la deriva.
18Al día siguiente, como la tempestad arremetía con mucha fuerza contra nosotros, la tripulación comenzó a lanzar por la borda la carga que llevaba el barco.
19El tercer día con sus propias manos tomaron el engranaje del barco y lo lanzaron al mar.
20Y no habíamos visto el sol ni las estrellas durante muchos días mientras nos golpeaba la tormenta, así que habíamos perdido toda esperanza de ser salvados.