61 Además entregó el arca de su poder, dejando que manos enemigas la tomaran.
62 Entregó a su pueblo y permitió que lo masacraran a espada, pues estaba furioso con su pueblo escogido.
63 Sus hombres más jóvenes fueron quemados, y las mujeres jóvenes no lograron cantar sus cánticos de bodas.
64 Sus sacerdotes fueron asesinados con espadas y sus viudas no pudieron hacer duelo por ellos.
65 Entonces el Señor reaccionó como si hubiera despertado del sueño, como un guerrero que se despierta después de embriagarse con vino.
66 Venció a sus enemigos, atacándolos por la espalda y exponiéndolos a vergüenza eterna.
67 Rechazó a los descendientes de José y no elegió más a la tribu de Eraín.
68 En su lugar eligió a la tribu de Judá y al Monte de Sión, al cual amaba.
69 Allí construyó su santuario, tan alto como el cielo, y lo puso allí en esa tierra para que existiera eternamente.
70 Eligió a su siervo David, tomándolo de entre los rediles de ovejas,
71 y lo llevó de cuidar ovejas y corderos, a ser un pastor de los descendientes de Jacob, el pueblo especial de Dios: Israel.
72 Como un pastor cuidó de ellos con sincera devoción, y los condujo con manos hábiles.