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Lucas 9:3-61 in Spanish

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Lucas 9:3-61 in La Biblia en Español Sencillo

3 Y él les dijo: No tomen nada para su viaje, ni palo, ni bolsa, ni pan, ni dinero, y no lleven dos túnicas.
4 Y si entran en una casa, que esa casa sea su lugar de descanso hasta que se vayan.
5 Y si alguna gente no los recibe, cuando se vayan de esa ciudad, sacudan el polvo de sus pies para dar testimonio contra ellos.
6 Y se fueron, recorriendo todas las ciudades, predicando el evangelio y sanando a los enfermos en todos los lugares.
7 Ahora bien, el rey Herodes tenía noticias de todas estas cosas que hacía Jesús; y estaba en duda, porque algunos decían: que Juan había resucitado;
8 Y por algunos, que Elías había venido; y por otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado.
9 Y Herodes dijo: Le di muerte a Juan, pero ¿quién es este, de quien se me dan tales historias? Y él tenía un deseo de verlo.
10 Y los doce, cuando volvieron, le dieron cuenta de lo que habían hecho. Y él los tomó con él, a un lugar desierto a un pueblo llamado Betsaida.
11 Pero el pueblo, al recibir noticias de él, fue tras él; y él les recibió, y les dio enseñanza acerca del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban sanidad.
12 Cuando comenzó atardecer; y los doce vinieron a él y le dijeron: Envía a esta gente para que vayan a las ciudades y a la comarca, y busquen lugares de descanso y comida para ellos, porque estamos en un lugar desolado.
13 Pero él dijo: ustedes denles de comer. Y dijeron: Solo tenemos cinco panes y dos pescados, a no ser que nosotros vayamos a comprar comida para todas estas personas.
14 Porque había como cinco mil hombres. Y dijo a sus discípulos: Haz que se sienten en grupos, de cincuenta por grupo.
15 Y lo hicieron así, e hicieron que todos estuvieran sentados.
16 Y tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, los bendijo, y cuando se rompieron, se los dio a los discípulos para que los dieran a la gente.
17 Y todos tomaron comieron y tuvieron suficiente; y recogieron lo que les sobró, doce canastas llenas.
18 Y sucedió que cuando estaba en oración aparte, y los discípulos estaban con él, les hizo una pregunta, diciendo: ¿Quién dice el pueblo que soy yo?
19 Y ellos, respondiendo, dijeron: Juan el Bautista; pero otros dicen Elías; y otros, que uno de los viejos profetas ha resucitado.
20 Y él dijo: ¿Pero ustedes quién dicen que soy? Y Pedro, respondiendo, dijo: El Cristo de Dios.
21 Pero él les dio órdenes especiales, para que no le dijeran esto a nadie;
22 Diciendo: Es necesario que El Hijo del hombre sufrirá mucho, y será desechado por los ancianos, los principales sacerdotes y los maestros de la ley, y será muerto, y al tercer día volverá a la vida.
23 Y les dijo a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y venga en pos de mí.
24 Porque al que tiene el deseo de guardar su vida, la perderá, pero el que entregue su vida por mí, la salvará.
25 ¿Qué aprovecha el hombre si gana todo el mundo, pero se pierde o destruye a sí mismo?
26 Porque si alguno tiene un sentimiento de vergüenza por mí o por mis palabras, el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria y la gloria del Padre y de los santos ángeles.
27 Pero en verdad les digo, algunos de los que están aquí, no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.
28 Y como ocho días después de haber dicho estas cosas, tomó consigo a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
29 Y mientras él estaba en oración, su rostro cambió y su ropa se volvió blanca y brillante.
30 Y dos hombres, Moisés y Elías, estaban hablando con él;
31 Rodeados de un resplandor glorioso, y hablaban de la muerte que iba a sufrir Jesús en Jerusalén.
32 Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; pero cuando se despertaron, vieron su gloria y los dos hombres que estaban con él.
33 Y cuando estaban a punto de irse de él, Pedro le dijo a Jesús: Maestro, es bueno que estemos aquí; Hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías: sin saber lo que él estaba diciendo.
34 Y mientras decía estas cosas, la sombra de una nube se apoderó de ellos, y estaban llenos de temor al entrar a la nube.
35 Y se oyó una voz desde la nube que decía: Este es mi Hijo amado, escuchenlo.
36 Y después de que la voz se fue, vieron que Jesús estaba solo. Y guardaron silencio, y en aquellos días no dijeron nada a nadie de las cosas que habían visto.
37 Y al día siguiente, cuando bajaron del monte, un gran grupo de personas se acercó a él.
38 Y un hombre de entre ellos, gritando, dijo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, porque él es mi único hijo.
39 Y mira, un espíritu lo toma, y de repente le hace que grite, retorcerse de dolor y le sale espuma por los labios, y cuando por fin se aleja de él, es marcado como por golpes.
40 Y pedí a tus discípulos que lo enviaran, pero no pudieron hacerlo.
41 Y Jesús dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa ! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes y aguantarlos? deja que tu hijo venga aquí.
42 Y mientras venía, él demonio lo derribó y lo sacudió violentamente y retorcido por el espíritu malo. Pero Jesús reprendio al espíritu inmundo, y sanó al niño, y se lo devolvió a su padre.
43 Y estaban maravillados del gran poder de Dios. Pero mientras todos se preguntaban acerca de todas las cosas que hacía, les decía a sus discípulos:
44 Dejen que estas palabras penetren en sus oídos, porque el Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres.
45 Pero estas palabras no eran claras para ellos, pues Dios no les había permitido entenderlo; y tenían miedo de cuestionarlo al respecto.
46 Ahora hubo una discusión entre ellos sobre cuál de ellos sería el mejor.
47 Pero cuando Jesús vio el razonamiento de sus corazones, tomó un niño y lo puso a su lado,
48 Y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, me honra; y cualquiera que me honre Da honor al que me envió: porque el que es el más pequeño entre todos ustedes, ese hombre es él más grande.
49 Y Juan, respondiendo, dijo: Maestro, vimos a un hombre expulsando a los espíritus inmundos en tu nombre, y se lo hemos prohibido, porque él no era uno de nosotros.
50 Pero Jesús le dijo: Deja que lo haga, porque el que no está contra nosotros, es por nosotros.
51 Y aconteció que cuando se acercaban los días para ser recibido arriba, emprendió con valor su viaje para ir a Jerusalén,
52 Y envió mensajeros delante de él; y vinieron a un pequeño pueblo de Samaria para hacerle preparativos.
53 Pero no le recibieron, porque claramente veían que iría a Jerusalén.
54 Cuando sus discípulos, Santiago y Juan, vieron esto, dijeron: Señor, ¿podemos enviar fuego del cielo y poner fin a ellos?
55 Pero volviéndose, les reprendió diciendo : ustedes no saben de qué espíritu son.
56 porque el Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres sino para salvarlas. Y ellos fueron a otra ciudad pequeña.
57 Y cuando estaban en el camino, cierto hombre le dijo: Yo te seguiré dondequiera que vayas.
58 Y Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielos nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
59 Y dijo a otro: Ven después de mí. Pero él dijo: Señor, déjame ir primero y enterrar a mi padre.
60 Pero él le dijo: Deja que los muertos cuiden de sus muertos; tú ve y da noticias del reino de Dios.
61 Y otro hombre dijo: Iré contigo, Señor, pero antes déjame despedirme primero de los que están en mi casa.
Lucas 9 in La Biblia en Español Sencillo

San Lucas 9:3-61 in Santa Biblia — Reina Valera 1909

3 Y les dice: No toméis nada para el camino, ni báculo, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni tengáis dos vestidos cada uno.
4 Y en cualquiera casa en que entrareis, quedad allí, y de allí salid.
5 Y todos los que no os recibieren, saliéndoos de aquella ciudad, aun el polvo sacudid de vuestros pies en testimonio contra ellos.
6 Y saliendo, rodeaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio, y sanando por todas partes.
7 Y oyó Herodes el tetrarca todas las cosas que hacía; y estaba en duda, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos;
8 Y otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado.
9 Y dijo Herodes: A Juan yo degollé: ¿quién pues será éste, de quien yo oigo tales cosas? Y procuraba verle.
10 Y vueltos los apóstoles, le contaron todas las cosas que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte á un lugar desierto de la ciudad que se llama Bethsaida.
11 Y como lo entendieron las gentes, le siguieron; y él las recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba á los que tenían necesidad de cura.
12 Y el día había comenzado á declinar; y llegándose los doce, le dijeron: Despide á las gentes, para que yendo á las aldeas y heredades de alrededor, procedan á alojarse y hallen viandas; porque aquí estamos en lugar desierto.
13 Y les dice: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, si no vamos nosotros á comprar viandas para toda esta compañía.
14 Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo á sus discípulos: Hacedlos sentar en ranchos, de cincuenta en cincuenta.
15 Y así lo hicieron, haciéndolos sentar á todos.
16 Y tomando los cinco panes y los dos pescados, mirando al cielo los bendijo, y partió, y dió á sus discípulos para que pusiesen delante de las gentes.
17 Y comieron todos, y se hartaron; y alzaron lo que les sobró, doce cestos de pedazos.
18 Y aconteció que estando él solo orando, estaban con él los discípulos; y les preguntó diciendo: ¿Quién dicen las gentes que soy?
19 Y ellos respondieron, y dijeron: Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
20 Y les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo Simón Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
21 Mas él, conminándolos, mandó que á nadie dijesen esto;
22 Diciendo: Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas, y sea desechado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.
23 Y decía á todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame.
24 Porque cualquiera que quisiere salvar su vida, la perderá; y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, éste la salvará.
25 Porque ¿qué aprovecha al hombre, si granjeare todo el mundo, y se pierda él á sí mismo, ó corra peligro de sí?
26 Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de este tal el Hijo del hombre se avergonzará cuando viniere en su gloria, y del Padre, y de los santos ángeles.
27 Y os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que vean el reino de Dios.
28 Y aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó á Pedro y á Juan y á Jacobo, y subió al monte á orar.
29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.
30 Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
31 Que aparecieron en majestad, y hablaban de su salida, la cual había de cumplir en Jerusalem.
32 Y Pedro y los que estaban con él, estaban cargados de sueño: y como despertaron, vieron su majestad, y á aquellos dos varones que estaban con él.
33 Y aconteció, que apartándose ellos de él, Pedro dice á Jesús: Maestro, bien es que nos quedemos aquí: y hagamos tres pabellones, uno para ti, y uno para Moisés, y uno para Elías; no sabiendo lo que se decía.
34 Y estando él hablando esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor, entrando ellos en la nube.
35 Y vino una voz de la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; á él oid.
36 Y pasada aquella voz, Jesús fué hallado solo: y ellos callaron; y por aquellos días no dijeron nada á nadie de lo que habían visto.
37 Y aconteció al día siguiente, que apartándose ellos del monte, gran compañía les salió al encuentro.
38 Y he aquí, un hombre de la compañía clamó, diciendo: Maestro, ruégote que veas á mi hijo; que es el único que tengo:
39 Y he aquí un espíritu le toma, y de repente da voces; y le despedaza y hace echar espuma, y apenas se aparta de él quebrantándole.
40 Y rogué á tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.
41 Y respondiendo Jesús, dice: ¡Oh generación infiel y perversa! ¿hasta cuándo tengo de estar con vosotros, y os sufriré? Trae tu hijo acá.
42 Y como aun se acercaba, el demonio le derribó y despedazó: mas Jesús increpó al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo volvió á su padre.
43 Y todos estaban atónitos de la grandeza de Dios. Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo á sus discípulos:
44 Poned vosotros en vuestros oídos estas palabras; porque ha de acontecer que el Hijo del hombre será entregado en manos de hombres.
45 Mas ellos no entendían esta palabra, y les era encubierta para que no la entendiesen; y temían preguntarle de esta palabra.
46 Entonces entraron en disputa, cuál de ellos sería el mayor.
47 Mas Jesús, viendo los pensamientos del corazón de ellos, tomó un niño, y púsole junto á sí,
48 Y les dice: Cualquiera que recibiere este niño en mi nombre, á mí recibe; y cualquiera que me recibiere á mí, recibe al que me envió; porque el que fuere el menor entre todos vosotros, éste será el grande.
49 Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto á uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.
50 Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
51 Y aconteció que, como se cumplió el tiempo en que había de ser recibido arriba, él afirmó su rostro para ir á Jerusalem.
52 Y envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una ciudad de los Samaritanos, para prevenirle.
53 Mas no le recibieron, porque era su traza de ir á Jerusalem.
54 Y viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, y los consuma, como hizo Elías?
55 Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois;
56 Porque el Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron á otra aldea.
57 Y aconteció que yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré donde quiera que fueres.
58 Y le dijo Jesús: Las zorras tienen cuevas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recline la cabeza.
59 Y dijo á otro: Sígueme. Y él dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre á mi padre.
60 Y Jesús le dijo: Deja los muertos que entierren á sus muertos; y tú, ve, y anuncia el reino de Dios.
61 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; mas déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
San Lucas 9 in Santa Biblia — Reina Valera 1909

Lucas 9:3-61 in Versión Biblia Libre

3 “No lleven nada para el viaje,” les dijo. “No lleven bastón, no lleven bolsas, no lleven pan, no lleven dinero, ni siquiera ropa adicional.
4 Cualquier casa en la que entren, quédense allí, y cuando deban irse, váyanse de allí.
5 Si la gente se niega a aceptarlos, sacudan el polvo de sus pies cuando abandonen la ciudad como una advertencia contra ellos.”
6 Entonces ellos partieron y se fueron a las aldeas, anunciando la buena noticia y sanando por dondequiera que iban.
7 Herodes el tetrarca había oído sobre todas las cosas que estaban pasando, y estaba muy perplejo. Algunos decían que Juan se había levantado de entre los muertos;
8 otros decían que había aparecido Elías; y también había otros que decían que uno de los antiguos profetas había vuelto a vivir.
9 Herodes dijo: “No hay duda de que yo decapité a Juan. ¿Quién es este hombre, entonces? Estoy oyendo todas estas cosas de él.” Y Herodes trataba de buscar una manera de conocer a Jesús.
10 Cuando los apóstoles regresaron, le informaron a Jesús lo que habían hecho. Entonces él se fue con ellos y se dirigieron a una ciudad llamada Betsaida.
11 Sin embargo, las multitudes lo encontraron cuando se iba y lo siguieron. Él los recibió y les explicó el reino de Dios, y sanó a todos los que necesitaban ser sanados.
12 Siendo más tarde ese día, los doce discípulos vinieron donde él estaba y le dijeron: “Debes despedir ahora a la multitud para que puedan ir a las aldeas y encuentren un lugar donde quedarse y alimento para comer, pues estamos alejados de todo aquí.”
13 “¡Dénles ustedes de comer!” dijo Jesús. “Lo único que tenemos son cinco panes y dos peces, a menos que quieras que vayamos y compremos alimento para todos,” dijeron ellos.
14 Y había aproximadamente cinco mil hombres allí. “Siéntenlos en grupos de aproximadamente cincuenta personas,” dijo a sus discípulos.
15 Los discípulos lo hicieron y todos se sentaron.
16 Entonces Jesús tomó los cinco panes y los dos peces, y alzando su vista al cielo, bendijo el alimento y lo partió en pedazos. Y continuó entregando el alimento a los discípulos para que lo compartieran con la gente.
17 Todos comieron hasta que quedaron saciados, y luego se recogieron doce canastas con lo que quedó.
18 En otra ocasión, cuando Jesús estaba orando en privado solamente con sus discípulos, les preguntó: “Toda esta multitud de personas, ¿quién dicen que soy?”
19 “Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que Elías, y todavía otros dicen que eres uno de los antiguos profetas que resucitó de entre los muertos,” respondieron ellos.
20 “¿Y ustedes?” preguntó él. “¿Quién dicen ustedes que soy yo?” “El Mesías de Dios,” respondió Pedro.
21 Entonces Jesús les dio instrucciones estrictas de no contarle a nadie sobre ello.
22 “El Hijo del hombre tendrá que experimentar horribles sufrimientos,” dijo. “Será rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes, y por los maestros religiosos. Lo matarán, pero el tercer día se levantará de nuevo.”
23 “Si alguno de ustedes quiere seguirme debe negarse así mismo, tomar su cruz diariamente, y seguirme,” les dijo Jesús a todos ellos.
24 “Porque si ustedes quieren salvar sus vidas, la perderán; y si pierden su vida por mi causa, la salvarán.
25 ¿Qué valor tiene que ganen el mundo entero si al final terminan perdidos o destruidos?
26 Si ustedes se avergüenzan de mí y de mi mensaje, el Hijo del hombre se avergonzará de ustedes cuando venga en su gloria, y en la gloria del Padre, junto a los santos ángeles.
27 Les digo la verdad, algunos de los que están aquí no probarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.”
28 Aproximadamente ocho días después de haberles dicho esto, Jesús llevó consigo a Pedro, Juan y Santiago y subió a una montaña para orar.
29 Mientras oraba, la apariencia de su rostro cambió, y su ropa se volvió blanca, tanto que deslumbraba a la vista.
30 Entonces aparecieron dos hombres rodeados de una gloria brillante. Eran Moisés y Elías, y comenzaron a hablar con Jesús.
31 Hablaban de su muerte, la cual ocurriría en Jerusalén.
32 Pedro y los otros dos discípulos estaban dormidos. Cuando se despertaron vieron a Jesús en su gloria, y a los dos hombres que estaban de pie junto a él.
33 Cuando los dos hombres estaban a punto de marcharse, Pedro le dijo a Jesús, “Maestro, es grandioso estar aquí. Hagamos unos refugios: uno para ti, uno para Moisés, y uno para Elías.” Pero Pedro en realidad no sabía lo que estaba diciendo.
34 Mientras aún hablaba, vino una nube y los cubrió. Y ellos estaban aterrorizados mientras la nube los cubría.
35 Y una voz habló desde la nube, diciendo: “Este es mi Hijo, el Escogido. ¡Escúchenlo a él!”
36 Y cuando la voz terminó de hablar, Jesús estaba solo. Ellos se guardaron esto, y no le contaron a nadie en ese momento sobre lo que habían visto.
37 Al día siguiente, cuando ya habían descendido de la montaña, una gran multitud estaba esperando para ver a Jesús.
38 Y un hombre que estaba entre la multitud gritó: “Maestro, por favor, mira a mi hijo. Es mi único hijo.
39 Pero un espíritu toma posesión de él y comienza a gritar, haciéndolo convulsionar y botar espuma por la boca. Casi nunca lo deja en paz y le causa mucho sufrimiento.
40 Le rogué a tus discípulos que lo expulsaran, pero no pudieron hacerlo.”
41 “¡Qué pueblo tan incrédulo y corrupto son ustedes! ¿Hasta cuándo tendré que estar aquí con ustedes y soportarlos?” dijo Jesús. “Trae aquí a tu hijo.”
42 Incluso cuando el niño se aproximaba, el demonio lo hizo convulsionar, lanzándolo al suelo. Pero Jesús intervino, reprendiendo al espíritu maligno y sanando al niño, y luego lo entregó de vuelta a su padre.
43 Todos estaban asombrados por esta demostración del poder de Dios. Sin embargo, aunque todos estaban impresionados por todo lo que él hacía, Jesús les advirtió a sus discípulos:
44 “Escuchen con atención lo que les digo: el Hijo del hombre está a punto de ser entregado en manos de hombres.”
45 Pero ellos no entendian lo que queria decir. Su significado estaba oculto para ellos para que no comprendieran las implicaciones, y ellos tenían miedo de preguntar al respecto.
46 Entonces comenzó un debate entre los discípulos sobre quién de ellos era el más importante.
47 Pero Jesús, sabiendo la razón por la que discutían, tomó un niño pequeño y lo colocó a su lado.
48 Entonces les dijo: “Todo aquél que acepta a este niño en mi nombre, me acepta a mí, y todo aquél que me acepta a mí, acepta al que me envió. El menos importante entre todos ustedes es el más importante.”
49 Juan levantó la voz, diciendo: “Maestro, vimos a alguien expulsando demonios en tu nombre y tratamos de detenerlo porque no era uno de nosotros.”
50 “No lo detengan,” respondió Jesús. “Todo el que no está contra ustedes, está a favor de ustedes.”
51 Cuando se acercaba el tiempo de ascender al cielo, Jesús decidió con determinación ir a Jerusalén.
52 Entonces envió mensajeros para que fueran adelante a una aldea samaritana, para que alistaran las cosas para él.
53 Pero la gente no lo recibió porque él iba de camino hacia Jerusalén.
54 Cuando Santiago y Juan vieron esto, le preguntaron a Jesús: “Maestro, ¿quieres que invoquemos fuego del cielo para quemarlos?”
55 Pero Jesús se dio vuelta y los reprendió.
56 Entonces siguieron hasta la siguiente aldea.
57 Mientras caminaban, un hombre le dijo a Jesús: “¡Te seguiré a dondequiera que vayas!”
58 Entonces Jesús le dijo al hombre: “Las zorras tienen sus guaridas, y las aves silvestres tienen sus nidos, pero el Hijo del hombre ni siquiera tiene un lugar donde recostar su cabeza.”
59 A otro hombre le dijo: “Sígueme.” Pero el hombre respondió: “Maestro, primero déjame ir y enterrar a mi padre.”
60 “Deja que los muertos entierren a sus propios muertos,” le respondió Jesús. “Tú ve y proclama el reino de Dios.”
61 Otro hombre dijo: “¡Señor, yo te seguiré! Pero primero déjame ir a casa y despedirme de mi familia.”
Lucas 9 in Versión Biblia Libre