4 Cuando el pueblo lo vio colgando de su mano, se decían unos a otros: Sin duda, este hombre ha matado a alguien, y aunque se ha alejado a salvo del mar, Dios no lo dejará seguir viviendo.
5 Pero sacudiendo a la víbora en el fuego, no recibió ningún daño.
6 Pero tenían la idea de que lo verían enfermarse o, de repente, cayendo muertos; pero después de esperar un largo tiempo, y viendo que no sufrieron daños, cambiando su opinión, dijeron que era un dios.
7 Y cerca de aquel lugar había una tierra, propiedad del principal de la isla, que se llamaba Publio; quien muy amablemente nos llevó a su casa como sus invitados por tres días.
8 Y el padre de Publio estaba enfermo, con una enfermedad del estómago; a quien Pablo fue, y puso sus manos sobre él, con oración, y lo sanó.