8 Pero tendrán poder, cuando el Espíritu Santo haya venido sobre ustedes; y ustedes serán mis testigos en Jerusalén y en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.
9 Y habiendo dicho estas cosas, mientras miraban, fue tomado, y se fue de su vista en una nube.
10 Y mientras miraban al cielo con gran atención, dos hombres vinieron a ellos, vestidos de blanco,
11 Y dijeron: ¡Varones galileos! ¿Por qué están mirando al cielo? Este Jesús, que fue llevado de ustedes al cielo, vendrá de nuevo, de la misma manera en que lo viste ir al cielo.
12 Luego regresaron a Jerusalén desde el monte llamado Olivos, que está cerca de Jerusalén, a una distancia corta, que la ley permitía caminar en el día sábado, día de reposo.
13 Y cuando ellos entraron, subieron al piso alto donde estaban alojados; Pedro y Juan y Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago, el hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, el hijo de Jacobo.
14 Y todos ellos con una sola mente, se entregaron a la oración con las mujeres, y María la madre de Jesús, y sus hermanos.
15 Y en aquellos días Pedro se levantó entre los hermanos (había unos ciento veinte) y dijo:
16 Hermanos míos, la palabra de Dios debía ser llevada a efecto, lo cual el Espíritu Santo había dicho antes, por la boca de David, acerca de Judas, que fue guía de los que tomaron a Jesús,
17 Porque fue contado entre nosotros, y tuvo su parte en nuestra obra.
18 Ahora este hombre, con la recompensa de su maldad, consiguió un campo, y al caer de cabeza, se reventó y se le salieron todos los intestinos llegó a un fin repentino.
19 Y esto llegó al conocimiento de todos los que vivían en Jerusalén, por lo que el campo fue nombrado en su idioma, Aceldama, o, el campo de sangre.
20 Porque en el libro de los Salmos dice: Sea un desierto su casa, y ningún hombre viva en ella; y su cargo sea tomado por otro.