8Ven, Señor, y entra a tu casa, tú y tu arca poderosa.
9Que tus sacerdotes se revistan de bondad; que los que te son leales griten de alegría.
10Por el bien David, tu siervo, no le des a la espalda a tu ungido.
11El Señor le hizo una promesa solemne a David, una que él una rompería, “pondré a uno de tus descendientes en tu trono.