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Versión Biblia Libre - Lucas - Lucas 8

Lucas 8:21-48

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21“Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y hacen lo que ella dice,” respondió Jesús.
22Un día Jesús dijo a sus discípulos: “Crucemos al otro lado del lago.” Así que se subieron a un bote y partieron.
23Mientras navegaban, Jesús se durmió, y llegó una tormenta sobre el lago. El bote comenzó a inundarse y corrían peligro de hundirse.
24Entonces ellos fueron donde estaba Jesús y lo despertaron. “Maestro, maestro, ¡vamos a ahogarnos!” dijeron ellos. Jesús entonces se despertó y ordenó al viento y a las fuertes olas que se detuvieran. Y se detuvieron, y todo quedó en calma.
25“¿Dónde está su confianza?” les preguntó. Aterrorizados y sorprendidos, ellos se decían unos a otros: “Pero ¿quién es este? ¡Da órdenes a los vientos y a las aguas y éstos le obedecen!”
26Entonces navegaron y atravesaron la región de Gerasene, que estaba al otro lado de Galilea.
27Cuando Jesús descendió del bote a la orilla, un hombre poseído por un demonio vino desde la ciudad a verlo. Por mucho tiempo no había usado ropas ni había vivido en casa alguna. Vivía en las tumbas.
28Cuando vio a Jesús gritó, se lanzó a los pies de Jesús y le preguntó en voz alta: “¿Qué quieres conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Por favor, no me tortures, te lo ruego!”
29Pues Jesús ya le había ordenado al espíritu maligno que saliera del hombre. A menudo se apoderaba de él, y a pesar de estar atado con cadenas y grilletes, y puesto bajo guardia, él rompía las cadenas y era llevado por el demonio a regiones desiertas.
30“¿Cuál es tu nombre?” le preguntó Jesús. “Legión,” respondió, pues habían entrado muchos demonios en él.
31Ellos le rogaban a Jesús que no los mandara al Abismo.
32Y había un enorme hato de cerdos que comían junto a la ladera, y los demonios le suplicaron que les permitiera entrar en los cerdos. Entonces Jesús les dio permiso,
33así que ellos dejaron al hombre y entraron en los cerdos. El hato de cerdos salió corriendo por la pendiente empinada hacia el lago y los cerdos se ahogaron.
34Cuando los cuidadores de cerdos vieron lo que había ocurrido, salieron corriendo y difundieron la noticia por toda la ciudad y el campo.
35El pueblo salió a ver lo que había ocurrido. Cuando vinieron donde estaba Jesús, encontraron al hombre libre de demonios. Estaba sentado a los pies de Jesús, usando ropas y en su sano juicio; y se asustaron.
36Los que habían visto lo ocurrido explicaron cómo había sido curado el hombre endemoniado.
37Entonces toda la gente de la región de Gerasene le pidió a Jesús que se fuera porque estaban abrumados por el temor. Entonces Jesús entró al bote y regresó.
38El hombre que había sido liberado de los demonios le suplicó que lo dejara ir con él, pero Jesús le ordenó que se marchara:
39“Regresa a casa, y cuéntale a la gente todo lo que Dios ha hecho por ti,” le dijo Jesús. Así que él se fue, contándole a toda la ciudad todo lo que Jesús había hecho por él.
40Había allí una multitud de personas para recibir a Jesús cuando regresara, y todos estaban esperándolo con entusiasmo.
41Uno de ellos era un hombre llamado Jairo, quien era líder de una sinagoga. Él vino y se postró ante los pies de Jesús. Le suplicó que viniera a su casa
42porque su única hija estaba muriendo. Y ella tenía aproximadamente doce años de edad. Aunque Jesús iba de camino, las personas iban amontonándose a su alrededor.
43Entre la multitud había una mujer que había sufrido de sangrado durante doce años. Y había gastado todo lo que tenía en médicos, pero ninguno de ellos había podido ayudarla.
44Ella se acercó a Jesús por detrás y tocó el borde de su manto. E inmediatamente el sangrado se detuvo.
45“¿Quién me tocó?” preguntó Jesús. Todos los que lo rodeaban negaron haberlo hecho. “Pero Maestro,” dijo Pedro, “hay mucha gente aglomerada a tu alrededor, y todos empujan hacia ti.”
46“Alguien me tocó,” respondió Jesús. “Lo sé porque salió poder de mí.”
47Cuando la mujer se dio cuenta de que lo que había hecho no quedaría inadvertido, pasó al frente, temblando, y se postró delante de Jesús. Justo allí frente a todos ella explicó la razón por la que había tocado a Jesús, y que había sido curada de inmediato.
48Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha sanado, vete en paz.”

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